¿Qué es el pánico/agorafobia?

El pánico: Imagínese que entra a un elevador y de repente su corazón comienza a palpitar aceleradamente, siente un dolor en el pecho, comienza a sudar frío y siente que el elevador se va a caer y estrellarse contra el suelo. ¿Qué está sucediendo?

Imagínese que está manejando de regreso a casa después de ir al supermercado y de repente todo parece estar fuera de control. Todo a su alrededor se vuelve borroso y no sabe en donde está. Siente palpitaciones. Siente que se está muriendo. ¿Qué está sucediendo?

Lo que está sucediendo es  un ataque de pánico, una respuesta de miedo incontrolable ante situaciones cotidianas que no representan peligro. Los ataques de pánico pueden indicar que alguien sufre del trastorno de pánico.

Se dice que las personas que sufren cuatro o más ataques de pánico en un período de cuatro semanas sufren del trastorno de pánico. Se puede diagnosticar este padecimiento si la persona sufre menos de cuatro episodios de pánico en ese mismo lapso de tiempo pero que vive con el miedo frecuente o constante de sufrir otro ataque.

Para que se le diagnostique trastorno de pánico, la persona debe sentir por lo menos cuatro de los siguientes síntomas durante un ataque: sudores, bochornos o escalofríos, sensación de ahogo, palpitaciones aceleradas, dificultad para respirar, temblores, dolor en el pecho, sensación de desmayo, adormecimiento de las extremidades, náuseas, desorientación o sensación de morir, de que está perdiendo el control o perdiendo la razón.

La agorafobia está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico. La agorafobia es el miedo y evitación a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser difícil o embarazoso escapar, o en los que pueda no disponerse de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares –sensación de ahogo, taquicardia, mareos, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, nausea-. Como consecuencia de este miedo, la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o malestar y, generalmente, tiene la necesidad urgente de estar acompañada.

Con frecuencia, este miedo se suele experimentar en medios de trasporte como el metro, el avión o el coche. Se manifiesta de igual forma al alejarse de casa, en lugares públicos como centros comerciales, en la cola de de un mercado, el cine o en eventos multitudinarios. En otras ocasiones, el miedo es simplemente la anticipación de que pueda volver a producirse una crisis de pánico en un lugar donde previamente se sufrió una.

Es precisamente esa angustia la que ayuda a desarrollar un comportamiento de evitación que va limitando la movilidad en la vida cotidiana. En otros casos, esta limitación no es tan evidente debido a que el agorafóbico consigue trasladarse con gran malestar, o bien habiendo organizado en su entorno todo un dispositivo de acompañantes que le ayuden a superar su incapacidad para desplazarse.

La mayoría de personas que sufren este trastorno no tienen una conciencia clara de que muchos de los síntomas que padecen, tanto de orden físico como psíquico, tienen un nexo común que es el miedo irracional y la sensación de desprotección.

Durante la crisis pueden también aparecer nauseas, sudor intenso, sensaciones extrañas en la cabeza, hormigueo en manos y pies, molestias estomacales y también una desagradable sensación de inestabilidad que suelen interpretarse como crisis vertiginosa.

Éstos y otros síntomas se suelen interpretar por la mayoría de las víctimas del pánico como un trastorno físico y solicitan un examen médico después de esta primera experiencia o de otras subsiguientes.

En general, estos exámenes no suelen revelar ningún problema físico que explique la dramática situación vivida. Ante esta noticia, muchos pacientes siguen en la convicción de que sufren algo físico pero que no ha estado correctamente explorado o bien de que se les está ocultando una enfermedad fatal.

Ello acostumbra a ser el principio de una cadena de consultas interminables y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto de su entorno ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión alguna a su sufrimiento.

En cualquier caso, debe dejarse claro que la agorafobia, la fobia social y la ansiedad generalizada tienen tratamiento con un alto porcentaje de éxito. La mejor manera de eliminar las limitaciones –evitaciones y ansiedad- que produce este trastorno es haciéndole frente con la ayuda de un tratamiento especializado.